Blogia
HASTA LAS NARICES !!!

Matrimonio como parodia

Al hilo de lo que el colega Anderez acerca de la aprobación sobre el matrimonio de homosexuales, que querido no editar este articulo tan rápidamente para reflexionar y poner en orden cierta serie de cosas, que considero vitales para no caer en engaños ni dar a entender otras cosas que no son.

En mi humilde opinión, el matrimonio entre homosexuales es algo tan improbable como las partidas de ping-pong entre ciegos. Naturalmente, nunca se han permitido o prohibido tales partidas, como tampoco el matrimonio de homosexuales: simplemente no se concebía la idea. Pero a algún político espabilado puede ocurrírsele explotar la sentimentalidad social y movilizar a los ciegos arguyendo que se les discrimina. ¿Por qué no van a tener el mismo derecho a ocupar las mesas de ping pong que los que ven?

¿No es una opresión y una afrenta a su dignidad el hecho de que no se les reconozca explícitamente su derecho a tal juego, o a jugar al fútbol? ¿No demuestran esas discriminaciones que estamos todavía lejos de ser una sociedad con igualdad de derechos? ¿Acaso la sociedad en su conjunto no mejoraría su calidad democrática admitiendo ese derecho de los ciegos? ¡La igualdad de derechos no admite recortes! Estas demagogias se han vuelto muy habituales, y muy cultivadas especialmente –y no es casualidad—por los mismos individuos y partidos que pretendían enterrar a Montesquieu o que protagonizaron la mayor corrupción del siglo XX en España.

Pero lo que no puede ser no puede ser, y el reconocimiento de tales "derechos", en la práctica, sólo es posible desvirtuando el sentido de las palabras y transformando en parodia los actos a que se refieren (el ping pong en nuestro ejemplo, o el matrimonio). Y creo que precisamente de esto se trata. El matrimonio de homosexuales sólo puede ser una parodia del matrimonio real, y su oficialización y equiparación legal una manera de degradar éste. No digo que no haya que dar una solución al problema de tener que “oficializar” la convivencia entre homosexuales en un mismo techo.

Tal vez deberíamos comenzar por un principio muy básico que en su momento, pensadores jurídicos como Savigny, plasmaron en ciertos de trabajos a la hora de explicar los fundamentos básicos de las construcción jurídica de un derecho. Usando esas reglas, un hecho social básico tan actual como es la necesidad de regularizar ante terceros una relación de personas del mismo sexo, necesita una institución Jurídica de nueva creación; pero no podemos llamarla matrimonio, porque dicha institución fue creada en su momento, con el propósito de formalizar las uniones de dos personas de distinto sexo con la finalidad de formar una familia como grupo social, que tiene tendencia a generar una perpetuidad en el tiempo, así como de dotar a cualquier grupo humano de lazos interrelaciones entre sí. Por lo tanto, ante este nuevo hecho social, debemos de encontrar un nombre diferente, aunque a fin de cuentas, el resultado en cuanto a las obligaciones y derechos que tenga esa nueva institución sean idénticos al matrimonio, tal y como está concebido.

¿De dónde viene ese interés de personajes como Rodríguez, Zerolo, Gallardón y compañía por desvirtuar, degradar y convertir en farsa una institución tenida siempre por sagrada o al menos muy seria, base de la propia supervivencia humana en civilización?

En unos casos obran resentimientos particulares explotados por los demagogos, pero su sentido político parte de una tradición muy asentada en la izquierda mesiánica: su aversión a la familia, junto con la religión y la propiedad privada. La abolición de la propiedad privada ha fracasado debido a la experiencia de los regímenes comunistas, y casi nadie la defiende hoy abiertamente (aunque persiste de muchas formas, como la tendencia a primar al burócrata supuestamente distribuidor de la riqueza sobre el empresario que la crea). En cambio el odio a la familia (no digamos a la religión), permanece íntegro, bien manifiesto en multitud de actitudes como el desprecio por la mujer que se ocupa de su hogar y de educar a sus hijos, el desdén por la procreación misma, la consideración de los niños como algo aproximado a mascotas, o, en este caso, la farsante equiparación de la relación homosexual con el matrimonio normal.

Por supuesto, los argumentos demagógicos (es decir, pseudodemocráticos: la demagogia es la corrupción de la democracia) esgrimidos a favor del matrimonio homosexual pueden valer para cualquier cosa: ¿no pueden pedir los practicantes del bestialismo su derecho al matrimonio con su oveja o su perro preferido? Y los musulmanes, ¿por qué no van a exigir la igualdad de derechos legalizando la poligamia? ¿Acaso no son todas ellas manifestaciones de amor? ¿Acaso no se sienten todos los practicantes de esas relaciones sexuales marginados y perjudicados, incluso psicológicamente dañados por las leyes de una sociedad cerrada, intolerante y cargada de prejuicios? Prejuicios de origen cristiano, para mayor descrédito en una sociedad "laica" a la que se quiere hacer odiar sus raíces ¿No aumentaría la calidad democrática y la tolerancia social, no enriquecería la misma cultura, el reconocimiento reconocer y aplicación de todas esas formas de matrimonio que, se quiera o no, existen, son un hecho?

Decía que una raíz de esta demagogia se encuentra en la tradicional aversión de cierto sector de la izquierda mesiánica a la familia y al matrimonio, a los cuales han procurado siempre desprestigiar, socavar y degradar. Otra raíz, muy relacionada con ésta, consiste en la reducción de la sexualidad a una mera diversión: ¿por qué no va a divertirse cada cual como le dé la gana, incluso con parodias y farsas como la que estamos viendo, para que rabien los "retrógrados"?

No hay que preocuparse, dirán algunos conciliadores, porque en la práctica habrá muy pocos de esos "matrimonios", y también muy pocas adopciones de niños. Probablemente, porque la mayoría de los homosexuales carece de esas preocupaciones o de los resentimientos que llevan a sus autoproclamados representantes montar tales espectáculos –siempre beneficiosos para ciertos intereses particulares --. Pero no se trata de eso, sino de sentar un principio. El principio de que la familia carece de valor y de que su degradación significa progreso. Y no hay duda de que algunos progresan, generalmente con dinero público.

7 comentarios

Declan PainKiller -

A mi no es que me caiga mal... es que me cae peor. Ese tal Zeloro es un tipo que vive del cuento y de la subención estatal, sin empleo conocido, amigo de la pancarta y la pandereta, se apunta a cualquier sarao, que le ayude a mantenerse en el calderero, a coista de mis impuestos. Personajes como ese... son una verguenza para mi país.

fuzzy -

Vale.. acepto pulpo como animal de compañia.
;)

CAPITAN CALANDRAKA -

Por cierto, Zerolo me cae muy mal, hala....

CAPITAN CALANDRAKA -

Hay le has dado Painkiller, siempre tan acertado en tus juicios... Se nota tu cercania a la justicia.Propongo que a partir de ahora seas Painkiller Justice.

Declan Painkiller -

Es que no se le puede llamar matrimonio a eso por mucho que muchos se empeñen en hacernolo ver así. Por cierto fuzzi, me parece que confundes los términos y el significado de lo que trato de decir. Para aclarate las ideas a ti y a todos; una cosa son las uniones "More Uxorio", en donde dos personas vivien juntas sin más, con independencia de si son homosexuales o hetereosexulales y otra cosa muy diferente es lo que pretenden los primeros: pasar de una situación "more uxorio" o mal llamados "matrimonio sin papeles" a porder directamente casarse como cualquier pareja. El problema viene en cuanto que el matrimonio, como institución jurídica civil reguladora NO SIRVE. HAY QUE INVETAR OTRO NOMBRE para eso aunque los contenidos sean idénticos y poniendo las cosas muy claritas en una y otra institución.

Capitan Calandraka -

Matrimonio viene de Mater, y creo que no hay que añadir mas. Que lo llamen como quieran pero matrimonio como que no me cuadra.

fuzzy -

En mi humilde opinión, creo que si se podría añadir a "matrimonio" a las parejas homosexuales. De hecho, creo que hay muchas parejas hetero que no se casan con el fin de formar una familia, sino simplemente por formalizar su relación ante la sociedad. Y en todo caso ambas parejas pueden adoptar chiquillos.
Es mi opinión.
Saludos :)